Los beneficios de practicar una escucha activa

La comunicación es aquello que configura nuestras relaciones y aquello que nos configura a nosotros mismos. Las conversaciones que mantenemos pero también las que no mantenemos con nosotros/as mismos/as y con los demás definen nuestra manera de vivir. Es por este motivo que con este post nos hemos querido parar a reflexionar sobre como es nuestra comunicación en el día a día.

¿Qué tipo de conversaciones mantenemos? ¿Somos capaces de comunicar con efectividad? ¿Sabemos pedir? ¿Sabemos ofrecer? ¿Sabemos escuchar? ¿Nos sentimos escuchados/as?

En este primer post nos detendremos en la escucha como herramienta esencial de comunicación. Y es que escuchar parece una práctica sencilla, pues es algo que todos/as hacemos muchas veces al día. Pero ¿nos hemos detenido alguna vez a pensar cómo escuchamos? ¿Qué grado de atención ofrecemos? ¿Con qué partes de nuestro cuerpo escuchamos? ¿Qué espacio de comunicación y apertura ofrecemos a los demás? ¿Qué espacio de confianza?

Una escucha plena, activa y creativa es aquella que se practica desde el ahora y el aquí. Es un acto de entrega, de presencia en la acción de escuchar. Y ese tipo de escucha no es a que estamos acostumbrados/as a ofrecer. Ahora bien, si empezamos a practicarla enseguida nos daremos cuenta de que se nos abre un universo en la comunicación con los demás.

Desde esta perspectiva, a menudo cometemos 3 errores al escuchar que no nos permiten desplegar esta escucha plena:

  • Escuchar mientras hacemos alguna otra cosa. Tenemos la atención dividida y no estamos totalmente presentes. Pensemos por un momento si nos sentimos escuchados/as cuando nuestro interlocutor escucha mientras se dedica a otra cosa. ¿Qué efectos tiene esta escucha dividida en nosotros/as? ¿Qué consecuencias tiene sobre la conversación?
  • Escuchar desde nuestra experiencia. Conectamos enseguida con nuestras propias vivencias y recibimos desde este lugar, que puede ser muy diferente al lugar desde donde vive la experiencia nuestro interlocutor. Es la actitud que nos lleva a continuar las frases con un “pues a mi…”, “ahora que lo dices…” sin dejar que se finalice el relato. ¿Qué mensaje da esta actitud sobre aquello que es important para nosotros/as, la vivencia del otro o la nuesta propia? ¿Qué efectos tiene esto sobre la conversación?
  • Juzgamos a partir de nuestras propias creencias y a partir de estas ofrecemos respuestas que no se nos han pedido: ofrecemos consuelo, quitamos importancia, magnificamos, etc. Al juzgar estamos impidiendo, como mínimo, dos cosas: a) Que el interlocutor exprese con libertad sus propias emociones en relación con la situación expuesta (en ese caso dejaremos de conocerlas) y b) Ofrecer nuestro acompañamiento a su propio proceso (volvemos a estar centrados en nuestro propio proceso en vez de centrsar-nos en el de nuestro interlocutor).

¿Cómo tendríamos que hacerlo, entonces, para conseguir una comunicación más plena y profunda?

La clave está en practicar una “escucha activa”:

  • Estar presentes (centrados en el ahora y el aquí, dejando de lado las preocupaciones que nos ocupan habitualmente). Detengámonos unos instantes, respiremos profundamente y disponmgámonos a entregarnos al acto de escuchar lo que los demás tienen que decirnos.
  • Hablemos solo para acompañar el relato: asentimos, invitamos a continuar o profundizar, preguntamos lo que no entendemos, repetimos lo que nos parece importante, constatamos aquello que observamos con objetividad (sin juzgar), pero evitamos dar nuestra opinión, evitamos al máximo posible hablar.
  • Respectemos los silencios que se producen de forma natural en la conversación. El silencio es un gran generador, puesto que da espacio al otro para que sienta que puede expresarse.
  • Intentemos escuchar aquello que la persona dice, pero también lo que no dice y está implícito o subyacente en la conversación. Nos hablará de sus creencias.
  • Fijémonos en las emociones que la persona transmite y en el lenguaje no verbal que utiliza: estos nos dan mucha más información que las palabras pronunciadas.
  • Seamos curiosos/as, preguntémonos cómo ha vivido o vive la situación la persona, dejando de lado cómo la viviríamos nosotros/as. Evitemos escuchar desde nuestra experiencia y filtros emocionales.

Si intentamos escuchar desde aquí nos daremos cuenta de que la comunicación de hace mucho más profunda y eficaz. La persona escuchada recibirá señales de interés y escucha sincera y se abrirá mucho más a compartir su experiencia.

¡Os animo a probarlo! Practicad la escucha plena con vuestros hijos, padres, parejas, amigos, compañeros de trabajo, etc. y registrad los cambios!!!

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